Todo empezó con un encuentro inopinado con la Cruz.
Así relata un Santo la conversión del corazón y el encuentro que Simón de Cirene tuvo con Jesucristo, en Su subida al Calvario, y, salvando las distancias, es como el Señor me ha ido conduciendo hacia Él.

Aunque, debido al entorno en el que me crié, todo hacía pensar que tenía una profunda fe cristiana la realidad era que, lamentablemente, era todo apariencia. Se podría decir, claramente, que vivía de cara a la galería.
Es verdad que, ya desde pequeña, había un gran deseo en mi corazón de amar profundamente a Dios y que, ese amor, me llevase a estar con Él en todo momento, a hacer todo por Amor. Sin embargo todo en mi vida era fácil, cómodo, y eso supuso que dejase de lado ese deseo y, por tanto, a Dios. Nunca me había pasado nada que me hiciese tambalear de tal manera que me llevase a buscarle de verdad, con sincero corazón.
Es verdad que, ya desde pequeña, había un gran deseo en mi corazón de amar profundamente a Dios y que, ese amor, me llevase a estar con Él en todo momento, a hacer todo por Amor. Sin embargo todo en mi vida era fácil, cómodo, y eso supuso que dejase de lado ese deseo y, por tanto, a Dios. Nunca me había pasado nada que me hiciese tambalear de tal manera que me llevase a buscarle de verdad, con sincero corazón.
En ese mismo año, más adelante, ingresaron a mi padre y, tras mes y medio de sufrimientos, dolores, idas y venidas, subidas y bajadas, falleció. Al mismo tiempo, a mi madre, le diagnosticaron cáncer de pulmón. Y, ahí si, me encontré, sin yo buscarlo, de frente con la Cruz. Una Cruz dura, dolorosa y difícil, muy difícil, de llevar.
Sin embargo el Señor, en su infinita bondad, puso en mi camino a personas que, muy poco a poco, hicieron que volviese a Él. Me animaron a presentarme ante Él tal cual era, con mi gran mochila de miserias, heridas y dolor que, sin yo saberlo, solo en Él hallarían consuelo.
Este encuentro con Jesús hizo que mi vida fuera cambiando poco a poco y nada volvió a ser igual pues todo había cobrado una nueva dimensión: la de buscar al Señor en todo, desde lo más cotidiano a lo más “extraordinario”, pensar en cómo actuaría Jesús en cada circunstancia, querer a los demás como Él lo haría, en definitiva, verlo todo con los ojos y el corazón de Dios.
Desde el punto de vista humano lo tenía todo: una vida, podríamos decir, perfecta pues tenía mi piso en el centro, un coche propio, trabajo en una de las mejores empresas del mundo, una familia que me quería, un montón de amigos de todo tipo y condición con los que hacer planes…pero nada, absolutamente nada, llenaba mi corazón.
El Señor, todo un caballero, fue poco a poco, siempre con delicadeza y sin imponer nada, ocupando mi corazón por entero. Me iba atrayendo cada vez más a hacia Él y, aunque al principio opuse resistencia (¡y tanto!), me hizo ver que quería un trato íntimo conmigo, que me quería para ser Suya.
Han sido años de gran lucha y resistencia pues una vida completamente entregada exige mucha renuncia, a todos los niveles, sin embargo, como dice San Agustín: “Mi corazón está inquieto hasta que descansa en Ti”. Mi corazón, sin yo ser consciente del todo, ya le pertenecía y no anhelaba otra cosa que entregarme por entero.
En todos estos años el Señor me ha regalado el don de ver la mayor Cruz de mi vida (la muerte de mi padre) como una de las mayores bendiciones y ha sido, a través de esa Cruz, la tan temida Cruz, donde me encontré con Él, le conocí y me enseñó cuánto me amaba. Donde encontré el sentido de mi existir y descubrí para qué me había pensado Dios desde la eternidad: llegar a ser Esposa Suya, como clarisa, en el Monasterio del Sagrado Corazón, en Cantalapiedra.
Puedo afirmar que, igual que Simón de Cirene, me encontré con la Cruz sin buscarla y allí es donde encontré el Amor, Quien hoy me ha traído hasta aquí, donde quiero entregar mi vida para acompañar, reparar y consolar el corazón herido de Jesús y rezar por la salvación y la redención de las almas.
No puedo terminar sin dar gracias a Dios por el grandísimo regalo de la vocación a la vida contemplativa y a vosotros, por todo lo que me habéis ayudado a descubrirla.
Me encomiendo a vuestras oraciones y contad, siempre, con las mías.
“El Señor ha estado grande con nosotros y ¡estamos alegres!”
María L.
8 comentarios:
Sencillamente bello, esclarecedor, como un rayo de dulzura que aparece entre espinas. Bravo!!
De tales padres,tal hija!!!Enhorabuena,has elegido el MEJOR camino.Cuenta con mis oraciones.Que el Señor te siga bendiciendo!!!
De tales padres,tal hija!!!Enhorabuena,has elegido el MEJOR camino.Cuenta con mis oraciones.Dios te seguirá bendiciendo,más y más.
María, que Dios te bendiga. Tú recibiste el regalo del Señor y ahora eres tú el regalo y la esperanza para nosotros. Reza por esta familia, por mi padre y mis hijos y por nuestra salud y paz, por España, por favor, y quiera Dios que muchos jóvenes sigan tu maravilloso ejemplo.
Que bueno es Dios, desde un rincón del mundo,rezaré por ti para. Que seas fiel y muy feliz. Rezapor mi aunque no nos conocemos. Todo mi cariňo
Que el Señor nos infunda valor, a través de su amor, para que seamos capaces de amar la Cruz cuando llegue, y que tengamos siempre vivo este ejemplo
Gloria a ti Señor JESÚS!!!
Un millón de gracias por este testimonio tan grande q compartes con todos nosotros, ya lo creo q El señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres!!!! Q Dios te bendiga Hermana Clarisa.
Publicar un comentario